La mente humana es una máquina curiosa. Es capaz de mantenernos vivos haciéndonos respirar sin que debamos pensar en ello. Del mismo modo registra recuerdos de un modo inconsciente. A mí me ocurre siempre: estoy concentrado en mi surfing pero lo que mi mente registra no es la memoria muscular o la sensación, es la imagen de las rocas bajo el agua transparente, es el amanecer, la sombra de un árbol sobre la arena, el olor del bosque que trae la brisa terral, el vuelo distraído de los pájaros.
Y esos recuerdos son los más vivos, nítidos y agradables que conservo. Son los que llenan de verdad los vacíos que este mundo occidental, apabullante y deshumanizado, crea en mi interior.
Ahora imaginad ese mecanismo elevado, aumentado y mejorado desde el punto de vista del aventurero, del aventurero real, el que sufre, amanece en tierra hostil y busca sin cesar. ¿Qué habrá visto y oído, qué habrá sentido y qué recuerdos llenarán ahora para siempre los vacíos de su interior?
Y esos recuerdos son los más vivos, nítidos y agradables que conservo. Son los que llenan de verdad los vacíos que este mundo occidental, apabullante y deshumanizado, crea en mi interior.
Ahora imaginad ese mecanismo elevado, aumentado y mejorado desde el punto de vista del aventurero, del aventurero real, el que sufre, amanece en tierra hostil y busca sin cesar. ¿Qué habrá visto y oído, qué habrá sentido y qué recuerdos llenarán ahora para siempre los vacíos de su interior?
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